jueves, 21 de julio de 2022

La niña de mi escuela



¡Esa niña es insoportable! ¡Es un trozo de pepino! No entiendo por qué me persigue, como si no existiera nada más en su vida. Me dan ganas de dejarla con la palabra en la boca para que sepa que la detesto. Mamá dice que debo ser educado. Por eso, entro al salón de clases, fingiendo que no la oigo, feliz por alejarme ella. Hoy debería sentirme muy bien porque no vino... No sé, creo que me está pasando algo muy raro.  

Parece que le gusto mucho porque soy diferente a los demás. A mis amigos les encantan las zalamerías. A mí no. Las niñas son unas chinches, además de aburridas. ¿Eso es motivo para que me comporte como un salvaje? Tengo mejores cosas qué hacer que rendirme a sus intentos de ser mi amiga. Prefiero pasar el tiempo con mis compañeros, gastar las energías jugando con ellos.

Me gusta que las cosas se hagan cuando quiero y como quiero. ¡Me encanta ser independiente! Lo que me hace algo caprichoso, egoísta y hasta medio bravucón, aunque Mamá sigue tratándome como un bebé y me prohíbe salir solo a la calle. ¿Acaso pretende que me quede contemplando las nubes por la ventana?

Con Papá es distinto:

—Nuestro hijo está creciendo y debe aprender a defenderse.

En el salón de clases, acostumbro a buscar mi sitio cerca de los ventanales. Desde el suyo, la niña no deja de mirarme. Le respondo con una mirada de rabia que sólo le causa gracia. En vez de molestarse, comienza a lanzarme papelitos, mientras ríe como boba. La maestra se da cuenta y le ordena que ponga más interés en la clase. Conmigo es todo lo contrario, me habla con ternura:

—Tranquilo, ya no te molestará.

La maestra entiende que no es mi culpa. ¿Será que también le gusto a ella? ¡Soy tan irresistible!

Cuando suena el timbre y todos se preparan para salir corriendo a sus casas, yo salgo de primero. No resisto las aglomeraciones en movimiento. Corro por los pasillos, bajo los escalones y atravieso el portón. Por lo general, mis amigos me están esperando. Con ellos, el mundo se transforma en una caja llena de aventuras.    

¿Saben? Cuando alguien está de malas…, está de malas ¡Pobre de mí! Hace pocos días, después de haber vagado toda la tarde, decidimos disfrutar de la tranquilidad del parque. Sólo se oían el gorjeo de las palomas y el susurro de los árboles. Estábamos descansando sobre la grama cuando, de pronto… Yo no lo podía creer. Frente a nosotros apareció la niña de mi escuela que se acercaba con sus compañeras de clases.

—Ni aquí puedes escapar de ella —dijo uno de mis amigos.

Sentí un desagrado en la barriga. Quise achicharrarla con la mirada; un trozo de hielo podía ser más cálido que yo. Ella ni se enteró de mi indiferencia. Se acercó con su sonrisa tonta. Mis amigos empezaron a burlarse y yo no lo pude aguantar. Como una bala, escapé sin mirar a los lados. Un ciclista venía a toda velocidad. ¡Pum!

Entre gritos y en cámara lenta, salté por los aires. ¡Ay, el porrazo que me di contra el poste! Perdí el sentido, sólo por un momento. Eso es lo bueno de ser un tipo atlético como yo. Abrí los ojos y todos suspiraron de alivio.  

—Deja que te revise, a ver si estás herido...

No la dejé que me tocara. Mis amigos y yo abandonamos el parque.

—¿Viste lo que puede suceder por andar de antipático? —comentó mamá, cuando le conté.

Como sea, la niña es la culpable de mis magulladuras. Apenas llega a la escuela, me escondo. Ayer, a la hora del recreo, se sentó a mi lado. Abrió su lonchera y me preguntó:

—¿Quieres que comparta la merienda contigo?

En vez de su sándwich de jamón, me ofreció un gajo de naranja. ¡Guácala, ni que me estuviera muriendo de hambre! Me aparté de ella, como siempre.  

Bueno, como ya lo dije, ella hoy no vino a clases. Me pareció muy raro. Tal vez estaba en otra parte de la escuela. Recorrí los pasillos para estar seguro de eso. Tampoco estaba en el patio. Sin ella acosándome, disfruté del sol como nunca. Después del recreo, volví a revisar la escuela…, por si acaso.  

 Ahora, todo el mundo se ha marchado y yo me quedé solito, igual que todos los días... Hoy siento que es diferente. Algo raro me sucede. La escuela jamás se sintió tan vacía. Y para mi sorpresa, ¡extraño a esa niña!  

No es que esté preocupadito. Hoy no vino, pero, mañana lo hará. Sé que ella no puede vivir sin mí. La esperaré a la entrada, aunque no le diga que es la más dulce de todas las niñas del mundo. Dejaré que me lleve a su casa. Al fin y al cabo, debajo de mi mal genio existe un ser tierno y amistoso. No serán necesarias las palabras. Sabrá que estoy dispuesto a compartir mis siete vidas con ella, cuando suba a su regazo y le ronronee.

Olga Cortez Barbera

 Imagen Libre de derechos: 123RF

No hay comentarios:

Publicar un comentario