Mi pequeña orejona está durmiendo,
mientras cuento, una a una, las estrellas;
ella vaga por los prados de sus sueños
y yo agradezco la suerte de tenerla.
Es un ovillo bicolor sobre la almohada,
hilos de seda cubren sus orejas;
la trompita, de pecas va adornada
y la dulzura reposa en su cabeza.
Por unas horas andará algo perdido
el torrente de sus locas travesuras,
¿Es que acaso el sueño le ha escondido
el morral con todas sus diabluras?
Ángel Guarda de los canes, ¿qué le has dado?,
mi pequeña se ha apartado de sus juegos;
y no siente que la beso y la acaricio,
¿por andar correteando a un conejo?
Tal vez, sueña con los bosques de Inglaterra,
que retoza por las campiñas francesas,
sin permiso, ¿ha entrado a un palacio
y, al verla, le sonríe una princesa?
¿Quiere irse tras las huellas de los celtas
que predicen sus mañanas en las runas?,
¿o un gnomo la invita a un arco iris,
o a donde juegan las liebres con la luna?
¿Sigue dormida porque quiere demorar,
por un tiempito, su impuesta realidad?
Ella sabe que, aunque cuenta con mi amor,
no dispone de completa libertad.
¿Le recuerdan los señores de los bosques
la esencia que heredó de sus ancestros?
¿Es, por eso, que sueña cada noche,
con cruzar, sin escolta, el campo abierto?
En los sueños, muchas leguas, puede andar
sin correas ni arneses que la aten,
en sus sueños ella es libre de explorar
madrigueras, riachuelos y pastizales.
Linda noche de estrellas y luceros,
la miro y la vuelvo a mirar,
yo quisiera acompañarla en los sueños
donde nada con caballitos de mar.
¡Qué profundo su ronquido acompasado!
Sigue, pequeña, jugando con conejos,
no romperé tu universo de ilusiones,
aunque cerca, yo te sienta algo lejos.
No me queda nada más que imaginar
que cazo, una a una, las estrellas
para que hagan una ronda, cada noche,
alrededor de los sueños de mi Bella.
Olga Cortez Barbera
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